23.8.12

Un pie en cada mundo. (O la niña-abeja).

A la niña la llamaban siempre la niña-abeja. Al principio era como un juego, ella vivía en una colmena, así que no le importaba que le llamasen abeja. Pero luego dejó de ser divertido. A la niña-abeja aquel juego ya no le gustaba, pero la obligaban a jugar todos los días. Cuando la niña-abeja era más pequeña, siempre despertaba de la siesta con antenas pintadas en la frente. Aquello todavía le parecía gracioso. Pero más tarde llegaron los empujones, y eso no era gracioso ni divertido. Los chicos la empujaban y le decían que cogiese impulso para volar, que era una niña-abeja y tenía que volar. Y como nunca volaba le acababan pegando de verdad.

Ella no tenía la culpa. Iba a un buen colegio del centro, lejos de su casa. Ninguno de los otros niños de su edificio iba tan lejos a clase. Todos iban al colegio del barrio, muy cerca de casa, y a la salida jugaban al fútbol y al pilla-pilla, pero a la niña-abeja no la dejaban jugar. Decían que no servia, que llevaba uniforme y que eso era de pijos y tontos. Y si se acercaba mucho, o tocaba la pelota, la amenazaban para que se fuese. La madre de la niña-abeja decía que había tenido suerte y tenía que aprovechar la oportunidad de ir a un buen colegio del centro, pero a ella eso no le servia para nada. Tenía suerte, pero no tenía amigos.

La niña abeja no podía volar, pero soñaba con ello. Tenía un pie en cada lado de un gran abismo, y sentía que solo echando a volar podría escapar de una caída segura. La niña-abeja trato de lograrlo, corría y corría, y agitaba los brazos, pero no pasaba nada. Hasta que se le ocurrió que solo necesitaba un lugar elevado desde el que tirarse. Subió a lo alto de su edificio, aquel lugar lleno de recovecos y de personas, absorbente pero acogedor, cálido en verano y frío en invierno. Cogió toda la carrerilla que pudo y movió mucho los brazos. Saltó.


Y desde entonces la niña-abeja vuela por el cielo, come flores y no ha vuelto a pisar la tierra.


Edificio La Colmena, Madrid

4.6.12

Ruptura.


"Fue como si los dos decidiéramos jugar a ese juego sin tener que discutir las normas."
Cada uno en su lugar, Crema

La vida podía decidir jugar conmigo, pero yo solo me dejaría llevar y no le seguiría el juego. Quería consolarme pensando que no era más que eso, lluvia, gris, asfalto; pero como siempre, no hacía otra cosa que mentirme a mí, solo a mí mismo. Todo era culpa suya. Si no se hubiera puesto así, si no me hubiera dicho aquellas cosas... Claro, que yo también podría haberme callado. Yo podría no haber empezado de ninguna de las formas, podría haberla abrazado, y no, me quede quieto sin decir nada. Que curiosas vueltas que nos da la vida. Hace unos años moría por probar aquellos labios de color "coral rosado", como a ella le gustaba presumir, pero ahora no, ya no, y ya nunca más.

Pero claro, tampoco es fácil de olvidar. Vamos a ver, es mucho tiempo. Y sin embargo, las palabras duras salían sin pensar, los pensamientos eran guerreros y cortantes, con filo. Todo dolía. Y lo primero de todo, ella.

"Nací en un viernes y moriré en domingo; viviendo sucio y sonando limpio."
En ruinas como en Roma, Crema

Sigo caminando, porque ¿Qué puedo hacer si no? Solo caminar no hiere. Pensar si. Pensar es un clavo ardiente clavándose en la cabeza, ¿o acaso es el corazón? No, va, no nos pongamos poéticos. Me duele la cabeza. Quizás me duele por esa copa de más del último bar de mala muerte en el que puse el pie, ahogando penas en alcohol o ahogándome yo, no sé muy bien cuál de los dos. -¡Alcohol, mátame! ¡Que el amor no pudo conmigo!- Ella era deliciosa, una diosa, dulce y ardiente, pura acción en desprecio por la espera. Y era mía. Y yo la tiré.
Despreciar un regalo de los dioses seguro que está castigado más allá de la vida. De esta forma, probablemente yo acabe en algún purgatorio eterno, pagando con penas que ni siquiera imagino el error de unos pocos minutos.

"Fuera las hostias en la cara, y aquí dentro poesía."
Nada más que eso, Crema

Pasando por el paseo junto al río me tienta el agua. Brilla, la luna se refleja, y, hermosa, me llama como si de un canto de sirena se tratase. Pero yo resisto. A mi única sirena la he espantado a fuerza de malos humos de contaminación moral, y aun le tengo demasiado apego a la vida como para quererme hundir en el agua fría sin otro motivo. Pero si ella me lo hubiese pedido lo haría ya, sin dudar, saltaría para hundirme y no volver a ver la luz ni un segundo más. Pero ya no hay más de ella, nunca me dará más órdenes ni me chantajeara para que las obedezca.

Casi sin querer salta un pensamiento vagabundo en mi cabeza. Quizás ella también sienta frío al estar sola. Puede que se arrepienta tanto como yo de haber provocado nuestra propia tormenta perfecta. Me gustaría creer que ahora mismo se está arrepintiendo de sus palabras como puñales clavándose en mis oídos, a los que hasta hace tan poco solo susurraba las palabras más dulces y amorosas.

"Ya tuve muchos sueños y por eso mis delitos fueron dulces."
Ego, Crema

Me gustaría poder creerlo con tanta intensidad que la única forma que tengo de librarme de ello es comprobarlo por mí mismo, ir, verla, herirnos un poco más, de nuevo, mucho más, y eliminar esas probabilidades de salvarme del abismo que representa para alguien como yo una noche como esta. No sé muy bien como llego hasta allí, hasta aquella puerta que tantas veces me han abierto, ante la que tantas veces me he parado en espera de una señal invitadora...

...


La puerta esta entornada, y me temo lo peor. Ella ya no está, se ha ido, hay algunas prendas de ropa tiradas por el suelo, y en una de ellas reconozco mi talla, en otra un vestido que yo le regale. Ha hecho las maletas rápidamente y se ha ido, se larga como llego a mi vida, en un suspiro de azar cansado. Puede que si no hubiese sido por aquella noche no hubiéramos discutido ni peleado, yo esta noche no me habrá pasado con los gritos ni ella con las palabras, yo no habría acabado en un bar ni ella se habría acabado yendo. O puede que de todas formas sí.
Estar allí no me hace ningún bien, más bien, me lo quita, así que me voy, prefiero irme y verlo todo solo como esta en mi memoria, lleno de luz y calidez, y no frío y abandonado, como ella me ha dejado, como yo me siento hoy.



2.4.12

Graffiti

Creo que es llamativo que no recuerde cuando nos vimos por primera vez. Y que solo guarde vagos y nebulosos recuerdos de cuando nos conocimos, y hablamos por vez primera. El estaba, no muy sorprendentemente, en la comisaria, detenido. Yo también estaba allí, pero por temas puramente administrativos; creo que fue cuando a mi hermano le habían robado la bici y había que ir a denunciar. Bueno, el caso es que coincidimos. Me senté a esperar a su lado. El silencio era espeso, eso si lo recuerdo bien, pero solo hasta que empezamos a hablar. Él quería saber si yo también estaba detenida, o si es que había venido a buscar a alguien, algo así comento. Y empezamos a contarnos. Nunca podré olvidar porque estaba él detenido. Sería como olvidarle a él mismo. Lo habían detenido por practicar lo que el llamaba con pasión ''su arte''. En realidad, era un simple grafitero.
Nos vimos unas cuantas veces por ahí, alguna noche nos encontramos. Pero aquello no empezó de verdad hasta unos cuantos meses después. Si, era de noche. Una de esas noches, un viernes, un sábado, en alguna de esas calles oscuras y perdidas en las que solo te adentras cuando por dentro ya no tienes donde esconderte. El estaba allí, con una nueva pintada. Me sorprendió. Nunca me había parado a mirar ninguno de aquellos dibujos callejeros, me parecían todos demasiado repetitivos. La mayoría de los que había visto eran nombre, o claves, que me resultaban incomprensibles y no me decían nada. Pero con su dibujo no era así. Lo suyo eran lineas suaves cortadas por otras directas. Colores vibrantes. Impactos. Algo llamativo, algo nuevo. Algo que atrapaba.
Me reconoció al instante, por supuesto. Me miro, le mire, o mas bien, mire su dibujo y le felicite por un arte que yo no había logrado imaginar tras esas manos que, debajo de las manchas de pintura, parecían demasiado fuertes como para pertenecer a un artista. No había mirado con la suficiente calma. No pude evitar acercarme a aquel mural que era obra suya. Era como si hubiera sacado un alma a pasear, la mía, la suya, la de quienquiera que ocupase sus pensamientos. Tan inmersa estaba en aquella contemplación minuciosa que ni le sentí acercarse hasta que oí su respiración en mi oído. Su respiración y sus palabras...
- Perdona, pero me gustaría acabarlo. Y para eso, tienes que alejarte un poco.
-Oh, si perdona...
-No pasa nada. Puedes quedarte a verlo si quieres.
Y me quede. No voy a decir que me hipnotizase verle trabajar. Seria demasiado tópico. Sus movimientos no eran fluidos. Se equivocaba, repasaba, volvía a pintar, cambiaba de opinión, y maldecía, por encima de todo, cuando una gota de pintura se salia de su composición. Pero el Arte iba saliendo. Y por fin, acabo. Estaba manchado en numerosas partes de pintura y tenia una pinta casi graciosa. Pero no me reí, no podía, lo único que podía hacer era admirar aquella maravilla que acaba de hacer como si no fuese nada. Me invito a admirarlo, ahora si, de cerca. Y por supuesto acepté. Como resistirme. Observe con cuidado aquella pared, sintiéndome cada vez mas y mas atrapada por su arte. No se cuanto tiempo pasaría así, pero cuando termine y me di la vuelta, le vi con otros ojos. Como si hasta ese momento hubiera habido un cristal deformante entre ambos. El me vio observarle de aquel modo y se acerco mas -tampoco estaba demasiado lejos- y mas, y mas, cada vez mas, hasta quedar casi rozándonos, pero no me miraba a los ojos, miraba su obra. Yo solo le miraba ahora a el.
-¿Te gusta?- Pregunto, sin mirarme.
-Si, mucho. Es precioso, es increíble, es... No se. No había visto nunca nada parecido.
-Gracias- Ahora si que me miro, fijamente.

Y de pronto, me di cuenta de lo realmente cerca que estábamos, del color de sus ojos, ni verdes ni marrones, brillantes, grandes, fijos en los mios, del calor que desprendía, de que si nos rozábamos haría que me manchase de pintura la ropa. Y acabe manchada de pintura. Sus labios fueron suaves en el primer contacto, apenas un roce, pero al ver que no lo rechazaba, se volvieron profundamente ansiosos. Transmitían primitivismo, animalidad. Necesidad inabarcable. Mordían. Aunque los  mios no les iban a la zaga. Tras el primer momento de sorpresa, reaccione, de forma muy similar, aunque no igual. Seguí su juego. Acabamos enredados en un baile de mariposas de carne muertas de hambre la una de la otra.
Sentí la humedad de la pintura en la espalda cuando me empujo hacia ella, en la cara, cuando me la sujeto con fiereza para controlar aun mas mi boca, mi mandíbula, mi cuello. Pero sus manos no estuvieron quietas mucho tiempo, y poco tardo en deslizarlas desde mi cara a mi cuello, y de ahí a mi cuerpo. Si, eran manos de artista. Recorrían, no con excesiva delicadeza, como haría alguien que no supiese como controlarlas, sino con la fuerza justa, de la forma adecuada, para hacer despertar el mayor numero de sensaciones posibles.
Probablemente  hubiéramos seguido allí mucho mas tiempo, de no ser porque en un determinado momento oímos pasos, gritos y voces, y de fondo, un sonido que recordaba bastante al de las sirenas de policía. Parecía que se acercaban.
Y dado su historial, tuvimos que salir corriendo.
Desde entonces, ya no hemos vuelto a separarnos. Ahora, la mayoría de sus obras las pinta sobre mi piel.

18.12.11

Narraciones conjuntas.

Él solía decirme que mis opiniones eran barbaridades de tilde en la primera a. Yo me reía, no se si de diversión, o simplemente por no llorar. Discutíamos. Era su pequeño animal sauvage, o así le gustaba llamarme. Me ponía a prueba, a mi y a mi inteligencia. Decía que su única pretensión era descubrir si debajo del pelo bonito y brillante podía haber una también brillante inteligencia.


Ella era luz, color, pasión, desenfreno, el caballo mas desbocado de la manada. Me fascinaban sus razonamientos brillantemente simples. Quería, hacía. Sus ideas eran un mar revuelto, y su corazón un pozo sin fondo. Su mente bailaba al son de la ultima música que había oído, y nada mas. Me gustaba pensar que yo era su educador, y debía formarla al mundo.


Él gustaba de presentarme problemas aritméticos que yo debía resolver para demostrar hasta donde llegaban mis conocimientos. Cuando él así lo decidía, cambiaba, y me daba uno de sus libros nunca publicados e ilegibles de puro absurdo, para que me culturizase. Yo me aburría mucho. Lo único que me gustaba realmente de todo aquello era oír su voz.


Ella era un caso imposible. No le interesaban mis métodos de enseñanza, y nunca conseguí sacarle una chispa de genialidad a su forma de ver el mundo. Pero aun sabiendo que nunca iba a lograr mi objetivo de volverla un ser mas superior, me seguía fascinando. Y puede que por eso, a pesar de tanto que presumo de ser lógico, pasásemos tanto tiempo juntos.


Él sabia que estaba loca. Ella sabia que no era mas que un pedante.
Y a pesar de todo, ahí estábamos los dos.

8.12.11

Carta III (Él)

Amor mio:

Se que esas palabras no se ajustan exactamente a ti desde mi, pero eres a quien mas se ha ajustado nunca en mi vida, por lo menos cuando hablo sobrio y sincero.
No me dejes. No me olvides, no me eches de tu vida. Dejame seguir ahi, aunque sea a medias. No me jodas yendote asi, dejandome aqui.
Porque si me dejas voy a tener que beber muchas copas hasta conseguir borrar tu recuerdo, y no se si sobreviviria a ellas sin tenerte al lado.
Eres tu quien me soporta y me mantiene en pie muchas de las noches, o lo hacias hasta hace bien poco. Ahora, la verdad es que no se muy bien que hago vagando en solitario. Tu tambien me llevabas a los lugares en los que podiamos perdernos sin pensar en el resto del mundo, fumarnos dos cigarrilos y respirar el humo hasta toser. Sin ti, solo puedo quedarme en casa.

Recuerdo aquel dia con especial... ¿cariño? Si, puede que esa sea la palabra. Tu estabas alegre pero callada, como a mi me gusta, como el dia que te conoci. Me guiabas hasta un nuevo local que te habias encontrado de casualidad cuado nos separamos la noche anterior (yo, con una nueva de esas, tu, en busqueda y captura de otra copa mas). El garito de turno mal no estaba, he de reconocerlo. Musica en directo, una barra surtida... lo tipico. La verdad, fue una noche totalmente normal, dentro de nuestra rutina. Alcohol, miradas, alcohol, musica, bailar, miradas a otros, mas alcohol, bromas al camarero, alcohol, miradas entre nosotros, alcohol, alcohol, alcohol. Fue la ultima noche antes del desastre.
A veces... Bueno, sabes que? A veces me es indiferente, da igual.
Quizas he de decir que se te ajustan mejor esas palabras de lo que pensaba, de lo que me gustaria.



Y yo que creia que nosotros éramos diferentes.
Firmado: 
Tuyo

1.12.11

Carta II (Ella)

Tú, tú, siempre tú:

Te he contestado. Tu me lo pediste y yo lo he hecho. La verdad, no se bien que decirte. No debería hacer esto. Me fui para herirte y dejarte atrás, pero ya sabes que lo mio no ha sido nunca la fuerza de voluntad. Soy mas bien de seguir impulsos. Como aquel, que seguramente recordaras. O quizás no, ibas tan bebido que es fácil que sea uno de esos recuerdos que te congratula decir que nadan en el licor de la imposibilidad. La tuya, la de acordarte.
Bueno, puedo contestar a tus palabras. Si, fuiste un capullo, noche tras noche y alguno de esos días que nos veíamos todavía con el sol de cara. Integralmente, y me encantaba.
Siempre he sido de esas que sufren por amor al arte.
Me gustaría hablarte de la vida que llevo ahora. Vivo, durante el día. Sobrevivo. Y las noches las duermo. Seguramente tu lo consideres algo demasiado burgués, seguramente me dirías que estoy desperdiciando tantas copas gratuitas a cuenta de unas largas piernas, todo por mis grandes penas. La rima fácil siempre ha sido lo tuyo. Mas bien podría decir que todo lo fácil era tuyo. Rima, y vida. Y todas esas.
A mi me gusta esta vida. Hace que no me acuerde de ti. Cuando veo que llega la oscuridad solo cierro los ojos y no los abro hasta que vuelve a salir el sol. Y ya no existes tú, no para mi, no, nunca mas, nunca jamas, eres un sueño, uno malo, pesadillas, un extraño, eso que me hace sudar y removerme por las noches, y que no recuerdo exactamente al despertar. ¿Te gusta?
Me da igual si no te gusta. Me da igual todo.
Olvídame como tantas veces ya has echo. Pero esta vez, que sea de verdad.
Siento que sea una carta tan corta, siendo la última.
Yo.

29.10.11

El psiquiátrico.

El punto a discutir hoy era la calma. Cuanta calma hay después de las tormentas; cuanto tarda esta en llegar. Daba para mucho. Y tenía interpretación libre. Entre ambos mantuvimos la conversación de varias horas acostumbrada de esos días en los que era la música lo que hacía de colchón, y la voz del otro lo que nos decoraba los oídos. Era bonito. Puede que algo de lo que más había echado de menos.
Su llegada, imprevista, como siempre, y menos esperada que nunca después de su larga ausencia, me derrotó desde el principio. Parecía que la vida me quería dejar caer en un pozo del que ya no iba a volver a salir nunca mas. El pozo de sus ojos. Y a mi, me daba igual.
 Eran sus ojos, con eso bastaba.
Nunca he conseguido recordar como llego. Supongo que el recuerdo lo han borrado las inyecciones, las gotas, las pastillas, los comprimidos, los goteros, las transfusiones, los bálsamos, los jarabes, las píldoras, el electroshock. Esos tratamientos. Tampoco es que me importe mucho, siempre había sido así, mi vida era una nebulosa, y las únicas estrellas de luz en mi mundo eran sus encuentros.
Por eso cuando pasó un tiempo sin que me visitara empecé a desesperarme. Él nunca había sido una constante, pero se había vuelto lo único real de mi vida. Ni siquiera cuando deje mi casa dejo de venir a verme, y eso que no había podido avisarle. Simplemente un día apareció en el nuevo sitio donde estaba yo, y me hizo feliz de nuevo.
Volver a hablar con él era maravilloso. La única persona que me entendía y comprendía a la perfección. Todavía no había abierto la boca y el sabia exactamente que iba a decir; y por supuesto, tenía preparada ya una replica cortante, lógica y divertida a un tiempo.
Hoy hablamos de la calma. Yo le dije que para mi, la calma era él. Se rió, bastante, y paso un tiempo mirando por la ventana, sin decir nada. Después siguió hablando, del mar y las olas, de barcos y tormentas, de porque las mareas bajas le hacían pensar en muerte y las playas de noche eran el mejor sitio del mundo. Yo, que nunca había visto el mar, su calma, me sentía volar oyendo hablar de todo aquello. De vez en cuando le interrumpía, para que me explicase porque rompían la calma las gaviotas, o porque para él, el mejor sitio para pensar era la inmensidad del océano. También le interrumpí para decirle que a mi todo aquello me sonaba a cuento chino, que la perfección no podía ser tan húmeda ni estar tan sucia de algas y arena; y que, por encima de todo, no podía estar tan al alcance de la mano. Pero él no me hizo mucho caso. ''No lo entiendes, nunca has estado ahí.'' Me dijo. Y me sentó un poco mal, pero se me olvido rápidamente cuando empezó a contarme cosas sobre pececitos de colores y cangrejos, medusas y mejillones. ''Llevame, por favor.'' Le pedí repentinamente. ''No puede ser.'' Me contesto. Según el, podía romperme con la emoción de la novedad. Lo comprendí, soy frágil, por eso estoy en este sitio. Pero aun así me hubiese gustado poder conocer al Mar.


Hoy, ella ha vuelto al mismo estado de antes. Habla, sola, parece que escucha el silencio. Pensamos, creíamos, que después del traslado y los innumerables tratamientos habría mejorado. Y lo parecía. Pero a la vista ha quedado el error; está exactamente igual, o peor. Ahora sonríe, parece feliz al menos. Mira fijamente a un punto a su derecha en el que no hay nada; se sonroja, se ríe timidamente, reacciona a algo que está solo en su cabeza. Lo bueno es que algo de vida ha vuelto a ella, después de meses de evasiones y ausencia, desconexiones de una mente que lucha por un retazo de realidad. Al menos ahora parece que esta en calma.