29.10.11

El psiquiátrico.

El punto a discutir hoy era la calma. Cuanta calma hay después de las tormentas; cuanto tarda esta en llegar. Daba para mucho. Y tenía interpretación libre. Entre ambos mantuvimos la conversación de varias horas acostumbrada de esos días en los que era la música lo que hacía de colchón, y la voz del otro lo que nos decoraba los oídos. Era bonito. Puede que algo de lo que más había echado de menos.
Su llegada, imprevista, como siempre, y menos esperada que nunca después de su larga ausencia, me derrotó desde el principio. Parecía que la vida me quería dejar caer en un pozo del que ya no iba a volver a salir nunca mas. El pozo de sus ojos. Y a mi, me daba igual.
 Eran sus ojos, con eso bastaba.
Nunca he conseguido recordar como llego. Supongo que el recuerdo lo han borrado las inyecciones, las gotas, las pastillas, los comprimidos, los goteros, las transfusiones, los bálsamos, los jarabes, las píldoras, el electroshock. Esos tratamientos. Tampoco es que me importe mucho, siempre había sido así, mi vida era una nebulosa, y las únicas estrellas de luz en mi mundo eran sus encuentros.
Por eso cuando pasó un tiempo sin que me visitara empecé a desesperarme. Él nunca había sido una constante, pero se había vuelto lo único real de mi vida. Ni siquiera cuando deje mi casa dejo de venir a verme, y eso que no había podido avisarle. Simplemente un día apareció en el nuevo sitio donde estaba yo, y me hizo feliz de nuevo.
Volver a hablar con él era maravilloso. La única persona que me entendía y comprendía a la perfección. Todavía no había abierto la boca y el sabia exactamente que iba a decir; y por supuesto, tenía preparada ya una replica cortante, lógica y divertida a un tiempo.
Hoy hablamos de la calma. Yo le dije que para mi, la calma era él. Se rió, bastante, y paso un tiempo mirando por la ventana, sin decir nada. Después siguió hablando, del mar y las olas, de barcos y tormentas, de porque las mareas bajas le hacían pensar en muerte y las playas de noche eran el mejor sitio del mundo. Yo, que nunca había visto el mar, su calma, me sentía volar oyendo hablar de todo aquello. De vez en cuando le interrumpía, para que me explicase porque rompían la calma las gaviotas, o porque para él, el mejor sitio para pensar era la inmensidad del océano. También le interrumpí para decirle que a mi todo aquello me sonaba a cuento chino, que la perfección no podía ser tan húmeda ni estar tan sucia de algas y arena; y que, por encima de todo, no podía estar tan al alcance de la mano. Pero él no me hizo mucho caso. ''No lo entiendes, nunca has estado ahí.'' Me dijo. Y me sentó un poco mal, pero se me olvido rápidamente cuando empezó a contarme cosas sobre pececitos de colores y cangrejos, medusas y mejillones. ''Llevame, por favor.'' Le pedí repentinamente. ''No puede ser.'' Me contesto. Según el, podía romperme con la emoción de la novedad. Lo comprendí, soy frágil, por eso estoy en este sitio. Pero aun así me hubiese gustado poder conocer al Mar.


Hoy, ella ha vuelto al mismo estado de antes. Habla, sola, parece que escucha el silencio. Pensamos, creíamos, que después del traslado y los innumerables tratamientos habría mejorado. Y lo parecía. Pero a la vista ha quedado el error; está exactamente igual, o peor. Ahora sonríe, parece feliz al menos. Mira fijamente a un punto a su derecha en el que no hay nada; se sonroja, se ríe timidamente, reacciona a algo que está solo en su cabeza. Lo bueno es que algo de vida ha vuelto a ella, después de meses de evasiones y ausencia, desconexiones de una mente que lucha por un retazo de realidad. Al menos ahora parece que esta en calma.

2 comentarios:

  1. Ya lo dije, y lo volveré a decir: en esencia es IMPRESIONANTE.

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  2. MartaPresley12/4/12, 22:51

    Carmen, espero que ganes, sinceramente. Lo he vuelto a leer porque no lo recordaba. Y creo que es uno de los mejores que has escrito.
    Si no ganas gritaré tongo :)
    (A la mama le gusta ;)

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