Ella no tenía la culpa. Iba a un buen colegio del centro, lejos de su casa. Ninguno de los otros niños de su edificio iba tan lejos a clase. Todos iban al colegio del barrio, muy cerca de casa, y a la salida jugaban al fútbol y al pilla-pilla, pero a la niña-abeja no la dejaban jugar. Decían que no servia, que llevaba uniforme y que eso era de pijos y tontos. Y si se acercaba mucho, o tocaba la pelota, la amenazaban para que se fuese. La madre de la niña-abeja decía que había tenido suerte y tenía que aprovechar la oportunidad de ir a un buen colegio del centro, pero a ella eso no le servia para nada. Tenía suerte, pero no tenía amigos.
La niña abeja no podía volar, pero soñaba con ello. Tenía un pie en cada lado de un gran abismo, y sentía que solo echando a volar podría escapar de una caída segura. La niña-abeja trato de lograrlo, corría y corría, y agitaba los brazos, pero no pasaba nada. Hasta que se le ocurrió que solo necesitaba un lugar elevado desde el que tirarse. Subió a lo alto de su edificio, aquel lugar lleno de recovecos y de personas, absorbente pero acogedor, cálido en verano y frío en invierno. Cogió toda la carrerilla que pudo y movió mucho los brazos. Saltó.
Y desde entonces la niña-abeja vuela por el cielo, come flores y no ha vuelto a pisar la tierra.
Edificio La Colmena, Madrid |
Final con diversas interpretaciones ¿eh? Será mi mente calenturienta, pero yo me he imaginado el peor desenlace... Pero me ha impactado, que eso es lo que cuenta ¿no? Ya se echaba de menos uno de tus relatos (los prefiero a las poesías, que me encantan, pero no las disfruto tanto...).
ResponderEliminarUn besazo de la persona que más te quiere en este mundo.
Daniel Perales
muy chulo Carmen:)
ResponderEliminarbuen final y más con esa fotografía!
1besito
Buen relato. Soy de los que prefieren los finales felices (aunque si lo miras dos veces, quizás este sí es el final feliz. Hmmm...) pero eso no quita que sea un buen relato.
ResponderEliminar¡Sigue así!
Jaime