Crecer.

¿Para que hablar de ayer? Si es que los días pasan y las cosas cambian. Y en un momento así, nada permanece. Cada segundo suceden mil emociones y vivencias, y no podemos atesorarlas todas, por mas que queramos. Pero lo intentamos. Con ganas, con fuerza. Con toda nuestra alma. Hasta las calles terminan cambiando, y nosotros sin darnos cuenta. Porque vivimos en nuestro mundo, con nuestra gente, en nuestras cosas.




Y cada día somos diferentes, cambiamos sin casi darnos ni cuenta. Pero es lo que toca en esta época de nuestra vida. Metamorfosis e influencias. Moldeados a base de palabras y canciones, y el resultado esta todavía sin terminar. Altibajos, cosas mejores y peores. Luz y oscuridad. Y, lo sabes, es que no hay nada que nos vaya a durar. Entonces es cuando nos entra el miedo, pánico ante ese tremendo precipicio que se abre a nuestros pies. Porque lo sabemos, vamos a caer. Y nos haremos daño, nos haremos mil rasguños, mil heridas, nos golpearemos por todas partes y solo tendremos dolor.




Pero, yo se, luego todo sera mejor. Porque después ya no habrá ningún precipicio por el que caer. Y solo tendremos pedacitos de memoria de la vida que paso, y nuevas posibilidades para todo eso que ira comenzando. Podremos mirar hacia delante con valentía, con orgullo por haber aguantado en nuestra caída. A lo mejor, con un poco de suerte, conservaremos lo suficiente de lo anterior y tendremos antiguos lazos, de calidez, de memoria. Y no perderemos a toda esa gente. Y seguiremos estando unidos.




Pero ahora, que miedo da la caída. Que miedo da saber que no tengo suerte. Que miedo da un futuro mas lejano que hoy.