30.8.11

Fragmento (II)

-Jodidamente buenos, si señor. - Sus ojos brillaban, expectantes. Ojos de cazador, ojos de quien espera siempre ser cazado entre algodón.
-Si bueno, si tu lo dices... -No estaba prestando atención, realmente. Mi atención la tenia captada el por completo; y desde siempre. - Oye... ¿Cuantas te has tomado ya?
-¿Cuantas que? - Ni siquiera se volvió para mirarme, no me estaba prestando atención en absoluto; prácticamente lo mismo que hacia cada noche desde que nos habíamos empezado a ver.
-Cervezas.
-Tres o cuatro, creo... Tampoco importa, aun no es tarde y esta noche llevo lo suficiente para pagar otras tantas mas. Además, que te importa, ni que fueras mi madre. Hoy podrías haberte quedado en casa si no querías verme bebiendo, sabes que es lo que hay cuando vengo a este tugurio de mala muerte que les gusta llamar bar.
-Venga ya, pero si prácticamente me has sacado a rastras de casa porque no querías venir solo.... - El se rió a carcajadas ante mi cara de picardía.
-Vamos, mi guapa niña, sabes perfectamente que yo solito puedo pasármelo muy bien. - Su cara reflejaba la superioridad que sentía, y que me hería mas que su comentario. Y las heridas reclaman venganza.
-Bah, dime la verdad, que a mi puedes decírmela. Querías que viniese porque sabes que hoy va a estar ella y vas a poder verla. Porque no te gusta estar solo cuando te sientes cobarde viendola y sin atreverte a decirle nada. - Sabia que estaba siendo cruel; pero el me habia herido antes, y de eso se trataba basicamente nuestra relaccion: de beber, herirnos y seguir viendonos cada noche.
-No me jodas, sabes que no me importa verla o no. - Mentía y los dos lo sabíamos. Ella estaría en el bar en algún momento de la noche, el lo sabia, yo lo sabia; todo el bar lo sabia. Todo el bar la esperaba. La expectación se notaba en el ambiente. Todos, menos yo.
-No me jodas tu a mi. - Dije para mi misma, girándome y dejándole con la única compañía de sus vasos vacíos. Le pedí otra cerveza al tipo de la barra, pero no me hizo caso; estaba demasiado ocupado mirándola a ella, que acababa de entrar por la puerta. Reprimí una mueca de fastidio. Vi reprimir gestos de deseo por parte de los ocupantes del bar. Suyos también, por supuesto. suyos mas que de nadie. Estaba loco por ella, Como todos. Pero el un poco mas; él siempre era un poco mas que todos los demás. Y eso a mi me tenia loca.
La noche iba a ser muy larga.

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